Por: Diego Ignacio Montenegro
Sugerimos fervientemente a los lectores que antes de comenzar a leer estas líneas, revisen la primera parte de “tiempos extraños”. En ella encontrarán los personajes y conceptos a los que nos referimos en la continuidad del tema. El “Doctore” o símbolo principal del “Capatazgo”, y el “Humalíder”, personificación del líder humanizado.
El humalíder tiene alta posibilidad de blindarse frente a estados emocionales que alteren su percepción sobre lo importante: las personas. Y al hablar de la dimensión “persona” nos referimos a las acciones, capacidades y conocimiento que puede desarrollar, para lograr sus objetivos y el de las organizaciones.
Pero la verdad sea dicha, siempre se ha apelado a la racionalidad. La razón siempre ha intentado gobernar nuestras vidas porque ha sido (o fue) sinónimo de eficiencia, de éxito, de logros, de estatus social y hasta de transcendencia. Los racionales fueron admirados, imitados y engrandecidos. Es decir, ¿el “capatazgo” ha sido aceptado como el “invitado no deseado” dentro de la vida empresarial? La conclusión inicial puede ser dura: a muchos les puede intimidar el “látigo” del “Doctore”. Seguro si. Incluso pueden sentir un profundo respeto y admiración por este personaje e interpretarlo como el buscador del bien común: el “látigo” entonces funciona.
Pero es imposible ser racional sin ser emocional. Es probable que las emociones puedan nublar la conciencia, pero sin emociones no hay siquiera posibilidad de conciencia.[1] El humalíder debe ser cabeza y corazón. Pero su liderazgo obliga, necesariamente, a complementar la fórmula con la adición de intuición, con esa capacidad de tener visión de futuro y predicción del cambio.
El “capatazgo” se centra en objetivos, hace cumplir los planes empresariales, alienta la competencia y festeja los resultados; pero, “castra” indiscutiblemente la libertad, la imaginación y la autoestima de las personas. Su patrimonio es la inseguridad, la motivación interesada, el comentario prejuiciado y la comunicación limitada.
Es ambiguo pensar en “capatazgo” en la era de Amazon.com de Jeff Bezos, del ipad 2 de Steve Jobs o el Red Bull de Dietrich Mateschitz. Todos “serductos o provicios”[2] basados en la emoción e intuición de sus creadores. Humalíderes con la habilidad de poner a los consumidores y colaboradores como las “superestrellas”, como los “protagonistas de la historia”, tener a la gente tan emocionada, que no tenga la intención de mirar hacia otros productos o hacia otras empresas.
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